LA MARCA DEL ABANICO


Mi Maruja está, como se dice en Murcia, ‘en tó lo suyo’ ¡¿Quién se lo iba a decir?! Ni en sus mejores sueños había imaginado un verano como el de este año.

Al principio era yo la que la sacaba del armario cuando me veía apurada comprando o limpiando, pero a estas alturas es ella la que me saca a mí. Y yo ya no me resisto. ¿Pa’qué? Maruja, definitivamente, me ha poseído.  De hecho, El señor de la perilla ya no sabe si duerme con una treintañera de 1’74 o con un delantal con patas, rulos y plumero en la mano.

MI MARUJA: ¡Calla, pájara, no te hagas la víctima porque he visto cómo le pones a fregar los platos y a hacer las camas!

YO: ¡Uy, Dios me libre!

Como decía, ahora es Maruja la que me saca a mí del armario. Del armario y de la casa.

MI MARUJA: Hermossssssssssssaaaaaaaaaaaaa, sal p’afuera que nos vamos a la playa.

YO: Ay, Maruja, déjame ver el Sálvame y descansar. Es la primera vez que me siento en todo el día (¡Cuántas veces le he oído esta frase a mi madre y me he reído pensando que exageraba!)

Pues no. No exageraba. Si eres una Maruja o una periodista en paro –para el caso… es lo mismo- es posible que sólo te sientes una vez en todo el día. Y que, además, lo hagas en una mecedora en la puerta de casa, dándote golpes de abanico en el pecho como si no hubiera un mañana.

(A veces llevo un libro de Oliver Sacks y lo abro cuando pasa alguien conocido porque una está en paro pero todavía tiene su dignidad y una reputación que mantener)

Un par de horas con la mecedora en la carretera y los pies apoyados en el borde de la acera dan para una serie de reportajes en la contraportada de La Verdad durante los meses de junio, julio y agosto. Os lo demuestro cuando queráis.

Y es que desde una mecedora se ve mucho y mejor. Y se oye. ¡Vaya que si se oye!

EL TAPICERO: Eeeeeeeeeeeeeeeeel tapicerooooooooooooooo. Ha llegado el tapicero. Tapizamos sillas, sillones, butacas, ‘sofares’. Todo con las mejores telas. Ha llegado el tapicero a su ciudad.

Si alguien conoce a alguien que alguna vez haya tapizado algo en la furgoneta del tapicero de la playa, que me lo presente. Tiene que ser el mismo tío que tiene en su casa un audímetro de Sofres, y al que nadie ha visto ni conocido nunca. ¡Eso sí que tiene un reportaje!

EL TAPICERO: Eeeeeeeeeeeeeeeeel tapicerooooooooooooooo. Ha llegado el tapicero. Tapizamos sillas, sillones, butacas, ‘sofares’. Todo con las mejores telas. Ha llegado el tapicero a su ciudad.

YO: Maruja, ¿el tapicero que tapiza ‘sofares’ es el mismo que te afila los ‘buchillos’?

MARUJA: No, hija. Ése es el ‘afilaor’, y creo que los dos han estudiado en el mismo colegio.

Y es que afilar, tapizar o comprar algo en la calle es todo un arte. Yo soy muy de gran superficie, pero a Mi Maruja le gusta el chafardeo. Por eso le compra el pan al señor de la camioneta, operación que no se puede hacer sin dar un grito previo desde el balcón.

MI MARUJA: Neneeeeeee, espera que bajoooooooo.

Allí nos presentamos las dos. Ella con su babi de flores. Yo con el bañador, el pareo y las gafas de sol King size para compensar los ratos de banqueta y abanico. Y, claro, con ese estilismo… se me cuelan todas.

Y así pasamos los días Mi Maruja y yo.  Dando codazos en la cola del pan furgonetero y sentadas en la mecedora esperando al tapicero, y abanicándonos el pecho con tanta fuerza que a estas alturas del verano tengo más marcado el abanico que el bikini.

PD: Por cierto, yo no veo Sálvame. Lo ve Mi Maruja. Yo veo los documentales de La 2, como todo el mundo 😉

Un pensamiento en “LA MARCA DEL ABANICO

  1. Lo mejor lo del libro para cuando pase la gente… y lo más fuer es que yo he visto a gente hacerlo de verdad! porque… tu no lo haces de verdad ¿verdad?

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