PUTOS MODERNOS (CON PERDÓN)


Los modernos me persiguen. Los veo en todas partes con sus camisas de tela de mesa de camilla cerradas hasta el cuello.

MI MARUJA: Sí, no sea que se vayan a resfriar o se les vaya a ver el pechamen.

Con sus zapatillas de cordones  con calcetines tobilleros.

MI MARUJA: Vamos, con las bambas de El Jinete de toda la vida.

Sí, eso. Con sus gafas de pasta, que parecen dos paelleras apoyadas encima de los mofletes, con sus pelos peinados (por decir algo) ‘a lo moderno’ y sus barbas espesas modernas. Tan espesas que creo que algunos se dejaron el peine, el quinto de cerveza y las llaves de casa dentro del matojo y no han podido recuperarlos.

No sé vosotros, pero yo los veo por todas partes. Librarse de ellos es más difícil que pasarse la pantalla 85 del Candy Crash. De hecho, la noche de Reyes me pareció ver a tres modernos encima del camello.

Yo intento ser moderna, pero aún no lo he conseguido. Empecé cortándome el pelo ‘a lo moderno’, después me agencié unas gafas de pasta grandes como platos de postre. Luego añadí unas camisetas con corbata, unos pantalones con tirantes, y unos vestidos con cuello bebé que te hacen el mismo cuerpo de monguer que a Lina Morgan en Celeste no es un color (que Dios nos la guarde muchos años). Y eso, en Murcia, es vivir al límite. Como dice mi amiga B.G., que se pone pajarita en Londres para ir a comprar pan de molde: “Si me ve Pedro Alberto Cruz me contrata”. Pues nada. Yo, ni con esas. No hay manera. No consigo ser moderna. Se me ve el plumero.

MI MARUJA: ¡Cómo no se te va a ver. Si lo llevas en la mano todo el santo día! Nena, ¿y la barba? ¿Te has dejado barba de moderno?

Yo soy más de bigote, Maruja, pero trato de disimularlo.

La semana que viene lo voy a intentar con unos auriculares tamaño llanta Jeep Cherokee, y rezando estoy para que nadie sepa que yo escucho a La Pantoja.

Hoy mismo he ensayado la modernez yendo en bici. Ya sabéis, esa cosa con dos ruedas que usábamos en la infancia y que luego denostamos cuando crecimos. Menos mal que han venido los modernos para ponerla de moda, y menos mal que los Reyes Magos han pasado por mi casa para dejarme una.

MI MARUJA: La bici tiene de moderno lo mismo que el Cristasol. Ná

No vale con una bicicleta cualquiera. Si quieres ser un auténtico moderno tu bici tiene que ser plegable o una BH de las que salían en Verano Azul. Por ahí paso, pero lo que no voy a hacer es darle la vuelta a los bajos del pantalón para que se me vea el calcetín blanco cada vez que pedaleo.

MI MARUJA: Además, nena, se te verían las extensiones de pelo de las piernas…

¡Tampoco hace falta contarlo todo. Digo yo!

La otra alternativa a la bici es el monopatín y yo, que soy una aplicada aprendiz de moderna, lo llevo para pasar el aspirador y limpiar el polvo. Cruzar la casa a 60 kilómetros por hora, con el viento quitándome los rulos, saludando a los vecinos cada vez que paso por delante de una ventana y esquivando las sillas merece que el SEF me dé un diploma de Experto en Modernez Marujil. Sobra decir que cada una de las sillas es de un color diferente. No se puede ser moderno si las sillas de tu salón son idénticas.

Los modernos nunca se reconocen como modernos. Eso no mola, pero saben que tienen que ver las películas en versión original, comprar discos de vinilo y darse un borneo por los sitios en los que van a encontrar a otros modernos para aparearse entre ellos y tener modernitos. Un moderno no se hace. Nace.

MI MARUJA: Pues tú, que naciste entre Alcantarilla y Mazarrón… lo tienes difícil.