ASÍ EMPEZÓ TODO. EL DÍA EN QUE CONOCÍ A MI MARUJA

Desde que estoy en paro he sacado a la Maruja que todas llevamos dentro. Sí, todas. No me seáis modennnnas. La mía estaba dentro, pero que muy dentro, en ‘lo oscuro’ de mis adentros, al fondo girando a la izquierda. 24 horas al día libres durante 4 meses dan para mucho y por muchos cursos de idiomas que hagas, seamos sinceros, te sobra la mitad de las horas del día.

Total, que no tuve más remedio que ir a buscarla.

«¡Marujaaaaaaa, sal pa’afuera. Sin miedo. No tengas vergüenza!»

Y allí estaba ella con su ropica planchada, sus sábanas recién puestas, sus dos baños limpios como el jaspe y la comida recién hecha. Y aunque mi Maruja no cocina mal, todavía le faltan años de experiencia en algunas cosas. Sobre todo a la hora de comprar. Antes de quedarme en paro era yo la que iba al supermercado. Me daba un garbeo pasillo para arriba, pasillo para abajo, cogía cuatro tontunas y… ¡90 euros! ¡Toma ya! Pero ahora que es ella la que se encarga de esas cosas va todo mucho mejor. Bueno… a veces. Ayer casi se caigo de culo en la carnicería:
-Me pones un pollo?, por favor
-Sí, señora. Qué le hago?

Yo le tengo pánico a esas preguntas. ¡Yo qué sé. Hazle lo que quieras, pero dame un pollo! Mi Maruja, que siempre está muy pendiente de mí, me salvó del apuro.
-Uuuuuuhhmmmmmm. Pues… eeeeeehhhh. Me sacas las pechugas (las del pollo, claro) y el resto lo troceas.

Y allá va el carnicero, saca las pechugas, las filetea, parte el pollo, me lo pone en unas bandejas, las plastifica y me dice la cuenta.

-Son 6 con 80.
-Alfredo, paga, le digo al señor de la perilla.

Y mientras Maruja hablaba con Alfredo, va el carnicero y me dice:

-Perdona, pero no te puesto las patatas
-¿Cómo?
-Que no te he puesto las patatas
-No le entiendo (No sé qué serán las patatas pero yo las quiero. Si el pollo tiene patatas, que me las dé. Son mías)

¡Por Dios, Maruja, échame una mano Por lo que más quieras. Maruja, dime qué son las patatas! ¿Tú estudiaste anatomía? Sé lo que son las patas, pero no tengo ni idea de qué son las patatas ni en qué parte de la anatomía del pollo están. ¡Joder, no me enseñaron esas cosas en la Facultad de Periodismo! ¿En qué momento de mi vida me salí de la cocina mientras mi madre partía el pollo y le quitaba las patatas?

A mí ya me caían gotas de sudor por la espalda mientras pensaba en que esa misma mañana iba a llamar al SEF para preguntarle a ‘Mi Josefina’, mi orientadora laboral, si tenía algún curso on line de ‘Cómo ser ama de casa en paro’ nivel avanzado. No para mí, no, sino para mi Maruja.
-Señora, las patatas.
-Ay, perdone, pero no sé de qué me habla
-Señora, las patatas, las que lleva en la mano. No se las he cobrado. Son 1 euro con 50
-¡Anda, coño! ¡Claro! Las patatas fritas!!!!!

Y mientras mi Maruja y yo nos moríamos de vergüenza (yo porque a lo mejor el carnicero pensaba que me quería ir sin pagar, y ella porque llegó a pensar que las patatas eran una parte del pollo) cogí mi compra y salí de la carnicería sintiéndome medio ladrona, medio imbécil. Y aquí estoy, con la olla puesta y haciendo cocido… Bueno, en realidad lo está haciendo Maruja. A ver cómo le sale.